El Parque Nacional Yosemite es uno de los rincones más bonitos de EEUU. Un lugar donde la naturaleza es la protagonista.
Donde familias, escaladores, mochileros y viajeros en general se dan cita para disfrutar de cascadas, árboles gigantes, o bosques de ensueño.
Sin duda el lugar perfecto para sentirte en contacto con la naturaleza, con tu lado más salvaje.
En el verano de 2015 tuve la suerte de visitar el parque de Yosemite, que rondaba mi cabeza desde hacia ya mucho tiempo.
Estaba con un amigo y salimos en transporte público desde San Francisco: bus, tren, bus y 8 horas después… ¡Estábamos!
Al llegar no teníamos ni idea de cómo funcionaba el Parque ¡¡Ni siquiera sabíamos si había que pagar entrada!! Resulta que no. Lo primero que hicimos fue ir al Centro de Visitantes, allí nos informaron de que el valle cuenta con campings a 6$, supermercados y cientos de rutas que te llevan a otros valles, cascadas, lagos…
Las rutas tienen acceso restringido, hay que pedir permiso en una oficina de rangers que hay al lado del Centro, pero no abrían hasta las 11:00 de la mañana, aún era muy pronto. Decidimos ir a poner la tienda de campaña y luego volver para pedir el permiso de alguna ruta. Encontramos fácil el camping pues el valle esta muy bien señalizado y comunicado con autobuses gratuitos.
Al volver al puesto de los rangers había gente esperando, lo que nos asustó un poco, pues para las mejores rutas hay pocos permisos.
Al final nos atendió un chico super simpático que nos informo de que la ruta más mítica, el John Muir trail, aún tenia permisos disponibles (el John Muir es uno de los caminos más populares con 346 Km de recorrido total).
Decidimos pedir el permiso de tres noches para el primer segmento de 27 Km que va desde el valle de Yosemite hasta Tuolumne Meadows, al otro lado de las montañas. También pedimos (este pagando) un permiso para subir al Half Dome (domo de granito, probablemente la formación rocosa más famosa de Yosemite). Allí mismo alquilamos un par de barriles antiosos, obligatorio si vas a hacer noche en la montaña. Los permisos empezaban al día siguiente así es que el resto del día estuvimos paseando por el valle.
A la mañana siguiente nos levantamos temprano para empezar la subida. La idea era llegar hasta donde el camino se divide hacia el Half Dome, acampar en las cercanías y al día siguiente, sin las mochilas ni los barriles de oso acuestas, subir LA roca. Si os digo que el camino fue espectacular os estaría mintiendo. Fue más y mejor. Fue alucinante.
Cruzamos Little Yosemite Valley y finalmente llegamos al desvío. Seguimos avanzando otra media milla hasta una zona donde poder acampar, con un pequeño riachuelo al lado. Allí conocimos a un chico de Montana con el que compartimos una cena, una charla nocturna y una hoguera estupenda.
A la mañana siguiente volvimos esa media milla y empezamos la subida al Half Dome. El camino hasta allí fue precioso, parecido al día anterior. Hasta que estuvimos más cerca de la cima, y las vistas empezaron a cambiar…
Para subir hasta la cima tienes unos cables a los que irte agarrando.
Y entonces llegas arriba. Coronas el Half Dome. Te sientes rey del mundo.
Pensábamos pasar unas horas allí y luego seguir nuestro camino, aún nos quedaban muchas millas por delante… Pero nos quedamos cautivados. Pasamos el día entero allí arriba.
Un poco de lluvia
Volvimos a la tarde al campamento donde finalmente íbamos a pasar otra noche. Preparamos comida y arreglamos el campamento pues venia lluvia…
¿Os he dicho que acampamos cerca de un río? Aquello era un riachuelo de un metro de ancho y un palmo de profundidad…
Pues bien, empezó a llover. Estábamos ya en la tienda cuando uno de nosotros se dio cuenta de lo fuerte que sonaba el agua:
– Dios, como suena, parece que lo tenemos aquí.
– Pues si que parece que el río suena mas cerca…
(Dos segundo donde se pudieron oír nuestras neuronas funcionando)
– Voy a echar un vistazo… ¡Dios! ¡Corre! ¡¡el río se ha desbordado y viene hacia nosotros!!
Si señores, aquel río donde ni un liliputiense se hubiera ahogado se había transformado en una tromba que arrastraba troncos, y además con mala ostia.
Por suerte perder los nervios no esta entre nuestras aficiones, y con un temple del que sentirnos orgullosos, recogimos las cosas más grandes, las cargamos en la mochila y con lo demás levantamos la tienda en volandas hasta un terreno más elevado donde nos resguardamos para terminar de empacar… No había dejado de llover así es que terminamos calados y con las cosas empapadas. A las 8 de la tarde. Estupendo.
Decidimos volver hasta el último puesto de montaña que habíamos encontrado. Y eso hicimos, con lluvia, cargados y cansados volvimos para dormir bajo un pequeño techo que compartimos con otros tres pobres diablos en las mismas circunstancias…
Adiós Yosemite
Habíamos pillado el mensaje que el destino nos envió: largo de aquí. A la mañana siguiente, con el cielo todavía gris, volvimos por nuestros pasos al Valle de Yosemite, para ir a visitar las secuoyas y dar por concluido nuestro paso por el Parque. Para llegar a la zona de secueoyas Tuolumne Grove tomamos uno de los autobuses gratuitos desde el valle que te deja a la entrada de un camino que se adentra en el bosque.
En Tuolumne Grove decidimos hacer autostop hasta alejarnos un poco del parque. Allí mismo nos paramos en la carretera.
A los 10 minutos conocíamos a Jakub, artista californiano que esta fotografiando sofás en la calle. Uno al día. ¿Hacia donde iba Jakub? A San Francisco. Volvíamos a estar en el punto de partida. Eso si, ¡teníamos alguna historia más para contar!
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¿Has estado en Yosemite?
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4 respuestas
Q genios! Mientras leía me fui imaginando el lugar, sus caras, sus voces, y todo..losmextraño, Q siga excelente el viaje! Abrazo
Oooh Gonzalo!! Una entrada del blog irá dedicada al Valle Sagrado de los Incas!! Tenemos que vernos!!
Qué pasada Yosemite y qué bien relatado! Cuándo más entradas en este apartado del blog? :))
Dentro de poco más y mejor!! 😀