El otro día os prometí por las redes sociales que os contaría la historia de cómo no me dejaron subir en el avión que debía llevarme de Mongolia a casa. Aquí van los patéticos sucesos que os enseñarán lo que NO se debe hacer.
El caso es que las conexiones de avión con Mongolia no son las mejores y el vuelo más económico que encontré hacia Madrid fue: Ulan Bator- Irkutsk (Rusia) – Moscú – Bruselas – Madrid. Sí, verdadera odisea.
En el aeropuerto de Ulan Bator me dijeron que no me podían dejar subir al avión porque Irkutsk es un aeropuerto nacional sin zona de paso internacional y, por lo tanto, necesitaba un visado ruso, que obviamente no tenía. Rejuré, lloré, supliqué. No hubo manera.
Gonzalo, por ser argentino, no necesitaba visa, así es que tomó el avión, no tenía sentido perder el dinero. Yo, allí tirada en el aeropuerto, me puse a buscar otro vuelo. En ese momento solo quería salir de Mongolia. Y volé a Pekin. Sabía que desde China tendría más opciones de vuelos.
Al llegar al aeropuerto en China vuelta a empezar con la búsqueda de una vuelo que me llevara a casa. Todo lo que encontraba para ese día o el siguiente suponía pasar por Rusia, así es que hice un concienzudo estudio sobre en que aeropuertos podía hacer escala. Y me compré un billete: Pekín – Moscú – San Petersburgo – Madrid.
A las 3:00 am fui a tomar mi vuelo y… ¡No me dejaron subir! Los aeropuertos de Moscú y San Petersburgo son internacionales, pero la escala era nacional. Y volví a llorar loca de impotencia y rabia. Para completar el cuadro, los agentes de seguridad vinieron a buscarme porque estaba en zona de embarque y no tenía permiso para embarcar y, por lo tanto, ¡era una ilegal! Me sacaron de esa zona y me dijeron que si no encontraba un vuelo para salir de China me tendrían que mandar de vuelta a Ulan Bator. Yo lloraba y preguntaba por qué no me podían mandar a mi casa.
Volví, desesperada, a buscar un vuelo. No os podéis hacer una idea de la impotencia y desesperación del momento. No podía para de pensar que lo único que quería era volver a casa. Volví a mirar vuelos. En esta ocasión compré uno de Pekín – Moscú – Madrid.
Cuando llegué a la puerta de embarque estaba nerviosa, aunque sabía que en esta ocasión lo llevaba todo bien. La escala en Moscú era internacional, no podía fallar de nuevo. Y no falló. Por fin pude embarcar.
Aunque tardé 3 días en llegar a Madrid desde que salí de Ulan Bator. Tenía tantas ganas de llegar que ya ni me acordaba de la pena que tenía por haber terminado el viaje de Madrid a Mongolia en moto. Además, me enfrentaba a otra circunstancia, estaba embarazada.
[La foto del artículo es en el avión que sí me llevó de Pekín a Rusia y donde pude disfrutar de un atardecer larguísimo porque íbamos persiguiendo el sol. Un poco de magia para acabar la truculenta historia aeroportuaria y un viaje que cambió muchas cosas.]
¿Alguna vez te ha pasado algo así con un vuelo?
¿Cuál es tu peor historia de aeropuerto?