Vietnam se enfrenta a sí misma en cada rincón. El viajero lanza la moneda y sus opciones son o amar locamente el país o odiarlo profundamente.
El enfrentamiento es constante. Una sonrisa, amor; timo diario, odio; niños saludando, amor; el acoso de las motos, odio; campos de arroz y montañas, amor; basura y olores, odio. Es un vaivén de sensaciones. En un mismo día las puedes tener todas.
Ese sentimiento de acoso al turista, de que te venderían a la abuela, siempre cobrando demás por supuesto. Esa sensación de que es imposible pasar desapercibido (y eso sin llevar ropa que llame la atención).
Hasta que llegas a un lugar remoto, ese que no te ha recomendado nadie, sino que por suerte del destino te ha visto caer por allí, y es en ese lugar, uno cualquiera, sin ningún encanto particular, donde ves Viet Nam. El pausado, el Viet Nam (como se escribe en vietnamita) que ve las horas pasar entre campos anegados donde crece el arroz, ese que no necesita mascarilla para respirar. Un Vietnam donde te siguen mirando, pero ahora con curiosidad, ¿qué hace esta chiquita aquí? ¿se habrá perdido? es probablemente lo que preguntan esos ojos que se han posado en ti. Te estudian, pero no calculando cuanto dinero podrán sacarte, más bien preguntándose si necesitas algo.
Y es triste salir de allí porque sabes que vas a volver al otro Vietnam, el del ansia, el de la prisa, el de los humos y los malos humos.
Donde hay restaurantes para ti y restaurantes para ellos, donde tu presencia no pasa desapercibida porque todos quieren algo de ti. Ese otro Vietnam donde en lugar de chile picante te ponen ketchup. Si, tienen rollitos, tan falsos y congelados como los que me como en Madrid.
Es curioso como todos aquellos rincones que te dicen que son lo mejor, que te van a encantar, son aquellos de los que quieres escapar. Es aquel pueblo sin nombre (o más bien con uno que soy incapaz de recordar) el que se me antoja más vietnamita. Más autentico para descubrir la vida de un país que tras la guerra se ha vuelto a ver invadido.
Ya no es el napalm o el agente naranja el que arrasa el país. Ahora son las hordas de turistas. Y no solo de los que van con un tour, no. Son aquellos que van a Halong y se comen una pizza. Son los que van a Sapa a ver los Hmong pero contratan un trekking con un viet (cultura predominante en el país). Son aquellos comprando y produciendo basura en un país que aún no sabe como manejarla. Son aquellos que van a una pagada o un templo y se llaman entre ellos a voces, cegando con sus flashes a quienes intentan rezar. Ay, esas pagadas donde ya no se reza. Esas que ya solo sirven para los turistas.
Esas dos caras de Vietnam, la del capitalismo desmedido que todo lo compra y todo lo vende frente al Viet Nam de los dragones, de los cantos medio susurrados de las mujeres en sus huertas.
Ahí esta la belleza del Vietnam. No en Halong, no en Hue, no en Hoy An. Son los ritmos despacitos y las sonrisas sinceras. Aunque parece que cada vez queda menos de eso aún podemos alegrarnos de que quedan esos lugares, esas esencias. Hay que buscarlas porque no están cerca, no llegarás con el autobús del hostel de turno.
Abandono Vietnam con sentimientos encontrados. Amándolo y odiando según el recuerdo que aflora a mi mente. No, Vietnam no deja indiferente.
¿Has estado en Vietnam? ¿Qué te pareció el país?
Si no has estado, ¿te gustaría visitarlo?
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8 respuestas
Juliñaaaa!!siempre te leo,pero desde tu nuevo destino estoy deseando que publiques más y más.Me voy en unos meses a conocer Vietnam,y ya se que sitios tachar de la lista.Ya te preguntaré más!espero conocer el Viet Nam.
Sigue disfrutando y sigue contándonos!
Besos mil bonitiña.
Nadia!!!
¡Muchas gracias! Me alegro mucho 😀 Ahora he parado para poder escribir sobre Vietnam así es que durante este mes de Enero irán saliendo todas las entradas! Creo que te resultarán útiles para el viaje!! Cuanto tiempo vas a estar por allí? Un besazo desde Camboya!!!
Me gusta esto, me gusta que cada vez seamos más (o eso quiero pensar) los que nos estamos planteando y estamos dispuestos a contar las cosas como son, como las vemos, como las sentimos, para dejar de presentar los lugares a los que vamos como un producto que vender que no tiene defectos.
Me gusta también que hayas olvidado el nombre de ese pueblito que te reconectó con Viet Nam. Yo sólo espero que poco a poco vayamos aprendiendo a viajar con más conciencia y solidaridad, y sobre todo espero que a los que nos gusta compartir nuestras idas y venidas, podamos aprender una manera de seguir haciéndolo sin perjudicar a las personas y lugares que nos acogieron en su día.
¡Un abrazo!
Hola Valen!!
Si, cada vez somos más, gracias a dios, porque parece que solo se puede decir lo bonito que son los lugares, la magia y la belleza. Ves las fotos de los países y luego no se corresponde con la realidad. Veo fotos del sudeste asiático por internet, playas de aguas cristalinas, niños jugando, campos de arroz, y me pregunto ¿esta gente no vio las montañas de basura? ¿todo el mundo les trató la mar de bien? Porque yo paseo por la calle y veo basura, y olor apestoso, y veo niños trabajando, y me intentan timar en cada lugar prácticamente ¿Es que soy la única que vive eso o es que queda más bonito en el blog no contarlo?
Supongo que en Sudamérica no había, o yo no vi, tantos efectos negativos del turismo. Esta siendo una dura reflexión el sudeste asiático.
Hay algunos lugares de los que sí recuerdo el nombre, lo que me planteo es, ¿quiero contarlo? ¿decirlo y que la gente empiece a ir? No, no quiero. Al que le interese viajar más allá de los lugares turísticos encontrará su propia ruta hacia esos pueblos sin nombre.
Un fuerte abrazo guapísima!!
Lo que cambia la perspectiva dependiendo de la experiencia de cada uno… La verdad es que me sentí más acosada «turísticamente hablando» en Tailandia pero quizás fue porque desde el primer momento fui con gente de allí. Aun así, me encanta lo que cuentas; las diferencias al perderte de la ruta marcada y la amabilidad de los lugareños.
¡Un saludo viajero!
Yo creo que cuando llegué a Tailandia ya estaba curada de espanto 🙊
Vietnam fue mi primer país asiático y todo fue muy intenso y, a veces, estresante.
¡Un abrazo viajero para ti, Alba!
Me parece un insulto a la dignidad y a los derechos humanos que se siga considerando el Vietnam tercermundista como el Vietnam real y positivo, ese Vietnam dónde la gente trabaja los campos de arroz como hace 60 años en el Delta del Ebro. Ese Vietnam de miseria (cuánto crees que vale el arroz?) confundida con humildad. Dónde reina el analfabetismo, la falta de asistencia sanitaria de calidad, la falta de oportunidades… Pero claro, es lo diferente. Que no les llegue la globalización!! No vaya a ser que su aumento de calidad de vida del Vietnam rural nos impida ver la vida estancada en los métodos de hace un siglo. No vaya a ser que usen máquinas, que existen desde hace décadas, para hacer el trabajo que ahora hacen los pobres. Egoísmo por todas partes. Son personas, no un puto parque temático.
Hola Marta,
Para mi todo Vietnam sigue siendo un poco tercermundista, las zonas más turísticas de hecho es en las que más miseria se puede ver. SaPa, que es uno de los puntos más populares del país es un hervidero de mendigos, niños trabajando e indígenas maltratados. De hecho en el país la riqueza se reparte por etnias, los viet tienen mejores condiciones de vida frente a las otras etnias del país.
Pero lo cierto es que este artículo no va sobre ello sino sobre lo destructivo que puede ser el turismo. Para mi fue un shock ver el ‘huracán turismo’ y lo que ha provocado en las zonas más populares del país frente a la tranquilidad que se respira fuera de esos puntos. De hecho el ‘parque temático de personas’ se da en las zonas donde el turismo es más agresivo, vuelvo al caso de SaPa, que para mi fue un horror.
Un saludo,
Julia