Clärenore Stinnes fue una piloto de carreras alemana que en 1927 salió a dar la vuelta al mundo en coche, convirtiéndose en la primera persona en lograrlo.
Clärenore Stinnes, la primera persona en dar la vuelta al mundo en coche
Clärenore Stinnes nació en 1901 en Alemania, fue hija del empresario Hugo Stinnes, que amasó una fortuna tras la primera guerra mundial en el sector eléctrico y naval. Clärenore trabajó en varias empresas familiares e hizo negocios en nombre de su padre en Sudamérica, pero cuando ella tenía 23 años él falleció y sus hermanos le negaron el derecho a seguir trabajando en las compañías de la familia.
Su madre le insistía en que se casara pronto pero ella encontró un nuevo pasatiempo muy en boga en aquella época: las carreras de coches. En 1927 ya había ganado 17 competiciones y era una de las pilotas de carreras más exitosas de Europa siendo, en la mayoría de las ocasiones, la única mujer participante.
Hasta donde yo puedo recordar, siempre sentí una profunda atracción por la aventura. Por más que mi madre intentara despertar en mí la tendencia a las actividades que se consideraban propias de la mujer, yo demostraba siempre otras aficiones, escribió Clärenore.
Clärenore escribió que tenía ganas de explorar lo desconocido. Había competido en la carrera Leningrado-Moscú-Tbilisi-Moscú y aunque era la única mujer de los 53 participantes, ganó holgadamente. Atraída por la aventura, se propuso dar la vuelta al mundo en coche, pero, a pesar de la fortuna familiar, ella no tenía dinero, por lo que decidió buscar financiación. Sus hermanos se la negaron, pero consiguió el apoyo de la industria automovilística alemana, y así fue como Adler, Bosh y Aral le proporcionaron 100.000 marcos para que llevara a cabo la travesía.
El 25 de mayo de 1927 comenzó su vuelta al mundo. Salió de Frankfurt junto con dos mecánicos que conducían otro coche con repuestos y suministros y con Carl-Axel Söderström, un cámara a quién había conocido dos días antes y que quería acompañarla para grabar y documentar su viaje.
Salieron a bordo de un Adler Standar 6, un modelo alemán muy avanzado para la época.
Cruzaron los Balcanes, el Líbano y Siria. Atravesaron Irak con temperaturas que llegaron a los 54 grados a la sombra. Tras llegar a Teherán (Irán), pusieron rumbo al norte hacia Moscú. Allí fueron abandonados por los mecánicos, que volvieron a Alemania, dejando a la conductora y al fotógrafo a su suerte. Lejos de abandonar, ambos siguieron. Recorrieron Siberia en pleno invierno, aguantando temperaturas de 53 bajo cero, con los problemas que eso generaba, no solo para ellos, también para el vehículo. Cuando necesitaban hacer arreglos mecánicos en Siberia necesitaban trabajar con guantes para que las manos no se helaran al entrar en contacto con el metal.
Desde allí entraron el Mongolia, aguantaron tormentas de arena y atravesaron el desierto del Gobi hasta llegar a Pekín. Una vez allí fueron en barco a Japón.
«Tomamos pasaje en un barco japonés. Los únicos encuentros dignos de mención en el trayecto desde Pekín al lugar de embarque fueron los de los controles de policías, a los que siempre tuvimos que pagar los correspondientes derechos de tránsito para que permitieran el paso del automóvil. En cuanto cobraban, cambiaban la expresión hosca de sus rostros por otra más amable», escribió Clärenore.
Hicieron una parada en Hawái y desde allí hasta desembarcar en el continente americano, concretamente en Lima.
En Perú se les rompió una pieza del coche y tuvieron que esperar más de un mes a que les enviaran otra desde Alemania. Además, Carl enfermó de gravedad y no encontraban cura. Clärenore escribió: Dado lo extremo del caso, me decidí a ensayar un remedio indio. Hice una infusión de hojas de cocaína. Sus efectos fueron casi inmediatos. Media hora después ya tenía apetito y por la tarde se comió una ración de gallina hervida. Quién haya viajado por Bolivia o ciertas partes de Perú sabrá que la infusión de hojas de coca, así como mascar las hojas, es una práctica bastante común. Se trata de un vasodilatador y ayuda a aguantar la altura.
Siguieron su periplo por la cordillera hasta Valparaíso, en Chile, y de allí hasta Buenos Aires, desde donde emprendieron la subida del continente hasta Centroamérica. También se encontraron con la dificultad para avanzar en lugares en donde no existían vías. O en las que, simplemente, todo era selva.
Llegaron a EEUU y una vez en Washington D.C. fueron recibidos por el Presidente Herbert Hoover. Continuaron por la costa este, pasaron por Nueva York y cruzaron a Canadá. Desde allí tomaron un barco que los llevó hasta Francia, donde visitaron París antes de volver a Alemania.
Después de 47,000 km de viaje, entraron en Berlín el 24 de junio de 1929, 25 meses después de aquel día de mayo que salieron de Frankfurt. Una multitud de periodistas y curiosos les esperaban.
A la vuelta a casa, Clärenore y Carl se casaron y se mudaron a Suecia, donde formaron una familia. Publicaron un documental sobre el viaje bajo el nombre de ‘En coche por dos mundos’ y Clärenore dejó constancia de la experiencia en su libro ‘En auto a través de los continentes’ que en España publica la editorial Casiopea.
En 2008 se publicó una película documental que cuenta la vida de Clärenore Stinnes y su viaje, Miss Stinnes viaja por el mundo, donde se mezclan las actuaciones con algunos trozos del documental original.
En su día los medios de información alemanes se hicieron eco del viaje y por donde pasaba los periódicos acudían a entrevistarla, lo hacían como a la hija de un millonario y daban por hecho que su viaje estaba plagado de comodidades.
Clärenore Stinnes murió en 1990 sin el reconocimiento merecido. Una injusticia, dado que este viaje sirvió para demostrar las posibilidades del coche como medio de transporte.