El aire aún refresca a las 5 de la mañana en Luang Prabang. Y yo nunca he sido muy buena madrugando. Sin embargo, hay ocasiones, en que el esfuerzo merece la pena.
La habitación esta sumida en el silencio y la oscuridad. El roce de mi ropa y mis pisadas son lo único que rompen esa calma. Me encamino a la salida lo más silenciosa que puedo. Pero la entrada está cerrada y no me queda otra que despertar al soñoliento encargado, que asiente con la cabeza cuando le digo que quiero salir.
La calle esta oscura y en silencio, al igual que mi cuarto. La mayoría de la ciudad aún duerme. Pero una pequeña proporción hemos madrugado más que el sol con un objetivo, la entrega de ofrendas a los monjes, el Tak Bat, como se conoce en laosiano.
Luang Prabang y la entrega de ofrendas: el Tak Bat
He quedado a las 5:20 con Cyri, una francesa que, al igual que yo, no quiere perderse algo tan único.
Sabemos que los monjes no empiezan a aparecer hasta las 6 pero queremos buscar un buen sitio. Un sitio lejos de las furgonetas que empiezan a llegar llenas de chinos con sus cámaras y sus gritos.
Lo encontramos. Una hilera de mujeres espera con la comida, ya de rodillas y en silencio. Aún quedan 30 minutos. Y allí nos sentamos a esperar.
No llevamos comida. No estamos allí para participar, solo como meras espectadoras. Las mujeres apenas hablan y nosotras tampoco. El sueño y la solemnidad del momento nos lo impiden.
Luang Prabang es una ciudad llena de monasterios. Es, posiblemente, una de las ciudades más religiosas que conozco.
Durante el día, los monjes, se dedican al mantenimiento del templo y al estudio de materias tan diversas como inglés, química o geografía. A los que tienen el día libre los puedes ver bañandose en río, con las túnicas incluidas.
Al atardecer, mientras el sol se oculta tras las montañas, los monjes hacen sonar el tambor y el gong del templo. Los sonidos y sus ecos envuelven el momento de un misticismo embriagador.
En el interior de los templos, los monjes reunidos, recitan los mantras y enseñanzas de los libros budistas. Los más pequeños a veces se distraen, mirando por la ventana o dando vueltas al libro. Algunos, con los ojos cerrados, parece que sienten la energía universal en movimiento.
Pero es por la mañana y a las 6 las primeras túnicas naranjas aparecen. En fila india, en silencio y descalzos, los monjes hacen su entrada. Como una aparición teatral, con toda la tensión del silencio y la importancia del momento. Resulta embriagador. Esa religiosidad contagiosa. Ese sentimiento de estar viviendo algo místico.
Los monjes se empiezan a acercar a las mujeres que les esperan arrodilladas, abriendo sus cuencos para recibir el arroz que estas les entregan. Y así, en silencio, cada uno de ellos recoge la ofrenda que se les hace. La única comida que tendrán en todo el día. Esa comida ofrecida por los devotos que saben, que sus monjes, esas figuras tan respetadas, es lo que tendrán para alimentarse ese día, lo que quede depositado en sus cuencos. Con ese ritual que se repite cada mañana.
Monjes de los monasterios cercanos se van acercando, reciben su comida y continúan su camino. En un momento dado un grupo de monjes se para frente a nosotras y empieza a entonar unos mantras que, en el silencio de la mañana, suenan con más intensidad. Me entran ganas de llorar. Y cuando terminan, sin mediar palabra, las mujeres se levantan, recogen sus cosas y se alejan. Dejando la calle vacía, con los primeros sonidos de coches que dan el pistoletazo de salida al nuevo día en Luang Prabang.
Hasta la mañana siguiente.
Nosotras, intentamos, como podemos, tomar alguna foto del momento de las ofrendas, sin flash, para respetar el ambiente religioso pero frustradas porque salen todas bastante mal, o movidas o oscuras. No serán las mejores fotos del mundo, pero para nosotras queda el recuerdo de lo vivido.
En las entradas de los monasterios de la ciudad se pueden encontrar unos paneles con ciertas indicaciones sobre cómo ser un testigo respetuoso de la realización de las ofrendas, o el TaK Bat, como se conoce en Laos. Algo que forma parte del turismo responsable.
Todas las normas son de sentido común, desgraciadamente cuando lo ponen es porque hay mucha gente que es, simplemente, lo peor y no respetan nada. Testigos fuimos de como una francesa, con sus 50-60 años, se plantaba frente a los monjes a dejarlos ciegos con su flash. Por favor, no esas esa francesa:
- Estar en silencio y solo participar de la ofrenda si realmente lo sientes y significa algo para ti.
- Compra el arroz en el mercado local y NO en los puestos que se montan a lo largo de la ruta de los monjes.
- Si no deseas hacer una ofrenda mantente a una distancia apropiada y comportate de forma respetuosa. No te interpongas en el paso de los monjes.
- No te acerques mucho a los monjes para tomar fotos ni los molestes con los flashes, es molesto para ellos y para los laosianos.
- Viste de forma apropiada: hombros, pecho y piernas cubiertos.
- No toques a los monjes.
Cómo llegar a Luang Prabang
Lo más fácil es llegar desde la capital, Vientian. Aquí puedes reservar tu transporte por adelantado para evitar sorpresas.
Si quieres saber más sobre la ciudad echa un vistazo a la Guía para viajar a Laos.
Dónde dormir en Luang Prabang
Para disfrutar de la tranquilidad de la ciudad el hostel Sa Sa Lao, frente al río, es uno de los mejores lugares. Aunque está un poco alejado del centro. Si quieres algo más céntrico puedes alojarte en el Lakangthong 2 Freindly House, que además tiene desayuno incluido y piscina.
Seguro de viaje y DESCUENTO
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