La ciudad boliviana de Potosí ha sido, desde la conquista española, una ciudad minera. La plata hizo que la ciudad creciese en torno a la montaña Sumaj Orcko, o Cerro Rico donde se encuentran las minas de Potosí.
La riqueza que produjeron las minas hizo que en la ciudad abundasen las iglesias y casas coloniales, que aún hoy se mantienen y son el vestigio de una época de esplendor.
Pero la visita más espectacular de la ciudad es la de las minas de Potosí. Ayuda a entender la ciudad y ayuda a descubrir un poco más sobre esta forma de vida.
Las minas de Potosí, viaje al centro de la tierra
Visitar las minas de Potosí
Es fácil encontrar a alguien que te lleve a las minas y acordar un precio pero si no quieres complicarte puedes contratar la excursión a las minas por adelantado. Personalmente lo hice con un minero, primo de la mujer que alquilaba el cuarto donde dormía con unos amigos. Con él nos adentramos hacia el centro de la tierra.
Pero primero fuimos a hacer la compra. Para ir a la mina necesitábamos: hojas de coca, cigarrillos y alcohol. Ah, y un poquito de explosivos, para la demostración.
Los mineros beben un alcohol de 97º que notas como te quema por dentro. Lo probamos y fue, realmente, una prueba de fuego. Bastante necesario para aguantar la vida bajo tierra imagino o, quizás, para olvidar donde estas.
La media de vida de un minero no suele ser muy alta, la mayoría mueren jóvenes a consecuencia de los gases de la mina y la mala vida provocada por las pésimas condiciones.
Para entrar a la mina hicimos una ofrenda en la entrada, pidiendo por nuestra seguridad a los guardianes espirituales de la mina, y lo cierto es que al ver el agujero por el que nos íbamos a meter agradecí que nos encomendáramos a algún dios.
Era una entrada pequeña, apuntalada por varias barras de madera y por la que había que agacharse para entrar. Lo que te esperaba al otro lado era oscuridad y lodo. Mucho lodo. Por suerte para entrar nos prestaron unos monos que terminaron llenos de barro.
Parte de lo que habíamos comprado se lo dimos a los mineros con los que nos encontramos al entrar. Era una manera de dar las gracias por dejarnos pasar a su lugar de trabajo, algo que nuestro guía nos recomendó. Otra parte de la compra la guardamos pues la necesitaríamos más adelante como ofrenda.
El Tío de la mina
Una vez te vas adentrando en la mina empiezas a encontrarte con los lugares donde se encuentra el Tío. El diablo de las minas, dios del inframundo. El Tío cuida de los mineros mientras los mineros sean respetuosos con él y le hagan ofrendas. Hay espacios con la representación de este legendario personaje por muchos lugares.
Unas veces más grande, otras más pequeño, siempre con cara de diablo. Algo que llamó mi atención fue lo bien representado que tenía el diablo el miembro. Nos explicaron que era muy importante que siempre que se modelaba un Tío había que ponerle un gran pene y en las ofrendas darle alcohol, ¡que el pene también quería beber! Yo me imaginé que tendría alguna relación con la prosperidad de la mina.
Nosotros también hicimos nuestras ofrendas. Dimos alcohol al Tío, le pusimos cigarros en la boca que luego nosotros también compartimos, le llenamos de coca y escuchamos las historias de protección y violencia que los mineros nos contaron.
Tras las ofrendas a todos los Tíos que íbamos encontrando nos preparamos para la demostración de una explosión en la mina. Aunque estaba preparada para lo que venía, un gran estruendo, aquello fue mucho más atronador de lo imaginado.
La explosión, de la que nos habíamos alejamos bastante, hizo retumbar la mina como si se fuera a venir todo abajo. Utilizamos una cantidad ínfima y por un segundo pensé que todo se derrumbaba sobre nuestras cabezas. No quise imaginar cuando los mineros necesitan abrir nuevos túneles el miedo que eso debe dar.
La leyenda
En uno de los lugares donde paramos a ver aquellos altares vi una placa con una leyenda inscrita. Esta leyenda cuenta como a la llegada de los españoles la montaña Sumaj Orcko intentó escapar, asustada y confundida. Quería alejarse de los hombres barbudos. Pero llegado un momento la montaña no pudo caminar más.
Su amigo Malmisa le rogó que se esforzará pero Sumaj Orcko no pudo más. Entonces Malmisa con rabia y rencor le maldijo diciéndole: serás ultrajada, explotada, perforada, víctima de la sed y la codicia de los hombres blancos.
A su lado, también clavado en los muros, se encontraba la máscara de un hombre. En color blanco, con barba.
Aunque la visita a la mina no es más que una pequeña muestra de lo que realmente se vive allí abajo, me dejó impresionada.
La humedad, la oscuridad. Me dejó pensando en todas esas personas, trabajando en aquellos túneles cómo hormigas. Jugándose la vida y perdiendo la salud por sacar algún mineral. Con una paga escasa para mantener a una familia. Esas familias, preocupadas cada día por la posibilidad de un accidente.
Sí, sin duda Sumaj Orcko había sido ultrajada, explotada y perforada.
Está claro que en Bolivia se pueden vivir experiencias fuera de lo común, como días más tarde viví cuando hice el descenso de la carretera de la muerte.
Dónde dormir en Potosí
Tienes dos alojamientos interesantes en la ciudad según tu presupuesto, ambos en pleno centro:
- Hostel Boulevard: muy económico (muuuuuy). Cuenta con habitaciones compartidas.
- Hostel Casa Blanca Potosí: Aquí tendrás habitación con baño privado. El edificio es muy bonito y es uno de los alojamientos más populares entre viajeros independientes.
- Hotel Santa Mónica: Si buscas algo con más calidad entonces este es tu sitio. Con desayuno incluido, en un edificio histórico, decorado con mucho gusto en un estilo tradicional.
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¿Conocías las minas de Potosí?
Espero tus comentarios abajo 🙂
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