Alexandra David Neel, la primera occidental en Tibet

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Alexandra David Neel fue la primera occidental en entrar en Lhasa, capital del Tíbet, y la primera mujer no tibetana a la que el Dalai Lama concedió una audiencia. 

Alexandra David Neel

Alexandra David Neel, la primera occidental en Tíbet

Alexandra David Neel tuvo una vida intensa, fue orientalista, cantante de ópera, periodista, exploradora, escritora, feminista, activista política anarquista, espiritualista, budista.

Para que te hagas una idea de hasta que punto Alexandra estaba destinada a la aventura que a los 2 años de edad se escapó por primera vez de casa, hecho que ella misma recuerda en sus libros. 

Su infancia se vio influida por las diferentes mentalidades de sus padres: él, un librepensador que dirigía una publicación republicana; ella, una católica conservadora belga. Alexandra, que era hija única, recibió de su madre una formación religiosa que intentaba atraerla hacia una vida tranquila, católica y acorde para una mujer joven de finales del siglo XIX. En cambio, su padre, le proporcionó una educación revolucionaria, ella cuenta que su padre le repetía: ‘vive tu vida lo más intensamente que puedas, vive cada instante como si fuera el último’

Confiesa que los únicos regalos que le pedía a sus padres eran libros de viajes y mapas. Era una niña enamorada de los libros de Julio Verne y de las visitas al Museo de Guimet, museo parisino de arte oriental donde entró en contacto por primera vez con las religiones orientales.

A los 15 años se escapó a Inglaterra, y sólo regresó a casa cuando se quedó sin dinero. Ya entonces se declaraba seguidora de Epícteto y la filosofía estoica, así que en su próxima escapada, a los 17 años, (el primero que ella consideraría como un «viaje de verdad») sólo se llevó como equipaje el Manual de Epícteto. Cogió un tren en Bruselas, donde se había mudado su familia, hasta Suiza, cruzó a pie el paso de San Gotthard y visitó los lagos italianos. Una vez más su madre pondría fin a este viaje tras encontrarla en el lago Maggiore sin dinero.

A los 18 años visitó España en bicicleta (sin decir una palabra a su familia, como siempre), cruzó la Riviera francesa y regresó por el Mont-San-Michel, siendo así la primera mujer que llevaría a cabo el Tour de Francia en bicicleta.

Cuando cumplió los 21 años y alcanzó la mayoría de edad, a nadie le sorprendió que dejara la casa familiar. Se instaló nuevamente en París, donde compaginaba sus estudios de las filosofías orientales con el activismo político anarquista y el feminismo. Sus ideas feministas inspiraron su primer libro titulado Elogio a la vida en el que escribió: “Que cada cual siga enteramente, siempre y en cualquier parte, el impulso de su naturaleza, ya sea esta limitada o genial. Solo entonces el hombre sabrá lo que es vivir, en lugar de despreciar la vida sin haberla vivido jamás”. También colaboraba con un periódico feminista y sostenía que había que luchar por la emancipación económica de la mujer, que según ella era la causa principal de las desgracias de las mujeres. 

Su ansia de espiritualidad la llevó a las escrituras conservadas en la Biblioteca Británica , en las que se inició en el sánscrito y el tibetano. Su pasión por la filosofía oriental y las religiones comparadas le valió un puesto como escritora en la universidad de Bruselas. 

Por iniciativa de su padre, había cursado estudios de canto en el conservatorio de Bruselas. Sus dotes de soprano le proporcionaron su primer contacto con Asia. Fue contratada por la Ópera de Hanói, donde interpretó, entre otros papeles, a Violetta, en La Traviata, y a Carmen, en la obra de Bizet.

La combinación de su búsqueda espiritual y su vocación por la música, la había convertido en una amante de los cantos tibetanos, así como de las oraciones musulmanas, y en especial la llamada del muecín.

Alexandra David Neel de joven

Gracias a su trabajo en la opera viajó por Grecia,Turquía y llegó a Túnez. En este país, en agosto de 1904, a los 36 años, se casó con Philippe Néel, encargado de los ferrocarriles tunecinos con quien llevaba 4 años de romance. 

Ella se dedica a viajar por Europa escribiendo sus libros de divulgación sobre las filosofías orientales y no paraba de moverse entre Francia, Inglaterra, Suiza, Bélgica. A pesar de vivir en el norte de África, un lugar que le fascinaba, y de hacer continuos viajes en barco y ferrocarril, Alexandra se dio cuenta de que la vida de casada no era para ella.

En 1911 sufre una crisis espiritual que la lleva a despedirse de su marido y marchase en lo que se suponía que sería un viaje de 18 meses que se transformó en uno de 14 años.  Desde entonces comienzan una relación epistolar que duró hasta la muerte de su marido en 1941. Las cartas que Alexandra le escribió se han conservado y forman un libro maravilloso para conocer a esta mujer, se trata de Diario de viaje. Las cartas que ella recibió de su marido las perdió en China durante la revolución.

En ese momento de crisis espiritual Alexandra David Neel viaja a Egipto, Ceilán, que es la actual Sri Lanka, India, reafirmando la que será una de las grandes pasiones de su vida, viajar. Ella misma declaró: “Viajar, al igual que estudiar, supone firmar un largo contrato con la juventud. A mi modo de ver, no existe fuente de la juventud tan eficaz como esas dos cosas combinadas: viaje y actividad intelectual.”

Estando en la India se entera del exilio del Dalai Lama que ha huido al Himalaya debido a las tensiones con China. Es 1912 y Alexandra se propone conocerlo, cosa que conseguirá porque el Dalai Lama había oido hablar de ella. Así se convirtió en la primera mujer occidental en ser recibida por él “Ser recibida por él no era fácil, ya que se negaba obstinadamente a conceder audiencias a mujeres extranjeras. Sin embargo, había conseguido cartas de presentación de altas personalidades del mundo budista. Debieron de intrigarle, porque inmediatamente dijo que tendría mucho gusto en hablar conmigo. A su alrededor encontré una corte extraña de eclesiásticos vestidos de sarga granate oscuro, raso amarillo y brocado de oro, que contaban historias fantásticas y hablaban de un país de cuento de hadas. Aunque al escucharles tuviera en cuenta la exageración oriental, instintivamente presentí que detrás de las lejanas cumbres nevadas existía un país distinto a todos, inmediatamente se apoderó de mí el deseo de llegar hasta él”, escribió sobre el encuentro y su incipiente ambición de alcanzar el Tíbet.

En 1914 conoce a Yongden, un chico tibetano de 14 años que se convertirá en su discípulo y secretario y a quién adoptará como a un hijo. Yongden le acompañará en sus viajes desde entonces y hasta el final de su vida.

En el monasterio de Kubum encuentra al que será su maestro lama durante dos años. «Viví en una caverna a 4.000 metros de altitud, medité, conocí la verdadera naturaleza de los elementos y me hice yogui. Cómo había cambiado mi vida, ahora mi casa era de piedra, no poseía nada y vivía de la caridad de los otros monjes”. Su maestro le pone el nombre tibetano de Yishé Tön-Me, que significa Lámpara de sabiduría. Con él aprendería a dominar el tibetano tanto en su forma hablada como escrita.

Intenta en varias ocasión entrar en Tíbet pero todas las veces le deniegan el permiso. Entonces decide continuar con sus viajes, lo que le llevaría a recorrer centros budistas en Birmania, Corea, Japón, China y Mongolia.

En 1921 Alexandra decide emprender, por quinta vez, el viaje frustrado con el que llevaba tiempo soñando: el viaje a Lhasa. Ella calculaba que tardaría unos 3 meses en llegar. Pero no será hasta 1924, a los 56 años, cuando entra en Lhasa, tras 3 años de viaje. La complicada orografía, con pasos de montaña de 5.000 msnm, los animales salvajes, los bandidos, el duro clima, además de la corrupción de funcionarios chinos y tibetanos que obstaculizaron su viaje, hicieron que la travesía se demorase tanto. 

Para este viaje, se disfrazó de mendiga tibetana mientras Yongden iba vestido como un monje. «Les dijimos a todos que íbamos en busca de hierbas medicinales. Yongden se hizo pasar por hijo mío. Me teñí la piel con ceniza de cacao, usé pelo de yak que teñí con tinta china negra, como si fuera la viuda de un lama brujo. Decidimos viajar de noche y descansar de día. Viajar como fantasmas, invisibles a los ojos de los demás. Alguna vez tuvimos que hervir agua y echar un trozo de cuero de nuestras botas para alimentarnos”.  Así se convirtió en la primera europea que tuvo acceso a la capital del Tibet. 

Cuando Alexandra David Neel regresó a Francia con Yongden, en 1925, era ya muy famosa. Incluso salió en el Times que la definió como «la mujer sobre el techo del mundo». También recibió numerosas condecoraciones y premios como la Medalla de honor de la Sociedad Geográfica de París y la Legión de Honor. En su casa de Digne encuentra la tranquilidad para escribir, traducir libros tibetanos, meditar y planear nuevos viajes. 

A los 67 años de edad, Alexandra se sacó el carné de conducir y viajó, junto con su inseparable Yongden, en el Transiberiano hasta China, país que recorrieron a pesar de que se encontraron con la guerra y la invasión japonesa. Continuaron viajando por Asia hasta 1945 cuando volvió a su casa en Francia. 

En 1955 vivió un hecho del que ya no se recuperó: la súbdita muerte de su hijo adoptivo por una enfermedad. Esto hizo que se refugiara en su casa a seguir escribiendo. Supuso el fin de sus aventuras o casi, porque a los 100 años renovó su pasaporte, cuando en la oficina le preguntaron el motivo ella contestó: ‘por si acaso’.

Firma de David Neel

Episodio del Podcast:

“Quizá podría haber elegido otra cosa, pero la verdad es que cuando decimos podría haber elegido otra cosa, tratamos de un asunto filosófico. ¿Habría yo podido elegir otra cosa? ¿O estaba condicionada para elegir aquello? Esa es una cuestión filosófica que no tiene que ver con mis viajes. No tiene mucho sentido decir si hubiese estado allí, en ese momento y con tal edad, habría hecho tal cosa. Pues no, querido amigo. De haber estado allí, en un entorno determinado, a tal edad, etcétera, habrías hecho exactamente lo que la otra persona ha hecho, porque en ese momento habrías sido ella”.

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Julia Del Olmo

A finales de 2013 empecé mi primer viaje sin billete de vuelta. Desde entonces he viajado trece meses a dedo por Latinoamérica, he pasado nueve meses en el Sudeste Asiático, he ido de Madrid a Mongolia en una moto de 125cc. Ahora ayudo a otros a organizar sus viajes con mis Cursos y talleres ¡Nos vemos por el Camino Salvaje de la vida!

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