Mamá, me lo han robado todo

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Los robos cuando viajas son algo para lo que tienes que estar preparado. Puede pasarle a cualquiera y en cualquier lugar. No es solo para despistados…

No hay países donde tengas más oportunidades de que te roben, no hay culturas más ladronas. No. Lo que hay es un lugar y un momento determinado en el que nunca te quisiste ver.

Yo un día sufrí la terrible situación de quedarme con lo puesto.

Historia de cómo me robaron en Ecuador

Iba viajando con dos amigos, llevábamos ya meses viajando por Sudamérica cuando salimos de Guayaquil. Íbamos haciendo autostop y como pasa muchas veces con este sistema terminas en lugares que en realidad no tenias intención de visitar. Eso nos pasó a nosotros. Nos levantaron a la salida de Guayaquil y nos dejaron en Playas, un pueblo costero en el que ni en el mapa nos habíamos fijado.

Llegamos de noche y, como tantas otras veces, decidimos acampar en la playa. Tras poner la tienda de campaña pensamos en ir a comprar unas cervezas para tomar antes de cenar.

Por primera vez desde que empezáramos a viajar decidimos ponerle un candado a la tienda de campaña. Sobre todo porque la acabábamos de comprar esa misma mañana para poder jubilar la anterior, que estaba hecha un desastre (la cremallera de la entrada estaba totalmente rota). Estábamos contentísimos con nuestra nueva tienda, no nos había costado mucho elegir la tienda de campaña porque no había muchas opciones. Y con esa alegría de estrenar casa nos fuimos los tres a por las cervezas.

Cuando volvimos notamos algo raro y al fijarnos descubrimos una enorme raja en la tienda. Dentro no había nada. NADA. No nos lo podíamos creer. Tenía que ser imposible. Nos pusimos de los nervios, ¿nos habían robado todo?

Bueno, todo no. Como habíamos ido a comprar tuvimos la suerte de conservar el dinero y, salvo uno de nosotros, los pasaportes también los llevábamos encima.

Locos en ese momento nos pusimos a dar vueltas por la zona y a mirar por todas partes, ¿Cómo coño se habían llevado tres mochilas de 20 kilos sin que nadie lo viera? (Si, por aquel entonces no sabía preparar una buena mochila). Tras varias vueltas y ningún resultado fuimos a comisaría a ver si nos ayudaban. Un par de policías nos llevaron el coche, miramos en casas en ruinas, en calles oscuras… Nada.

Un chaval que nos había visto dar vueltas como locos nos preguntó que nos había pasado, Se lo contamos y nos invitó a dormir a su casa. O más bien a una casa que tenía donde no vivía nadie. Nos tumbamos en un colchón y sin nada con lo que taparnos nos dormimos, entre el frío y los bichos. Probablemente una de las peores noches de mi vida.

A la mañana siguiente fuimos a poner la denuncia, sobre todo porque figurara el robo del pasaporte y otros documentos que iban en las mochilas. Sintiendo que aquel pueblo tenía una energía horrible nos fuimos pitando a hacer autostop de nuevo.

Entonces llegamos a Ayangue. Era tarde-noche y estábamos de lo más desmotivados. Nos sentamos a comer algo que tuvimos que racionar lo mejor que pudimos pues teníamos dólares pero no muchos y no sabíamos cuando encontraríamos un cajero. Y encima había que partir de 0, comprar desde bragas, cepillo de dientes, ropa nueva, mochilas… todo.

Hacíamos alguna bromita al respecto, sobre lo ligero que era ahora nuestro equipaje y cosas así, pero tras los primeros segundos de risa todos nos acordábamos de las cosas que habíamos perdido en aquellas mochilas: el pañuelo que me compré en mi primer viaje a Marruecos, un marco de esparto con una foto de mis padres, regalo que me hicieron antes de salir de viaje, y cientos de cosas que formaban esos 20 Kilos que habían sido mi vida. Aunque era cierto que ahora andar era mucho más cómodo…

En esas estábamos cuando un hombre se sentó con nosotros en la mesa y nos dijo que nos invitaba a unas cervezas. No sé cómo pasó pero de repente ahí estábamos ahogando las penas contándole a un desconocido lo que nos había pasado.

Fue cuando nos dijo que él tenía una cabaña en la playa, que era seguro y podíamos dormir allí, y que trataría de ver cómo nos podía ayudar. Aquella noche descansamos mejor y a la mañana siguiente nos fuimos con unos pescadores, amigos de nuestro anfitrión, a ayudarles con la faena. A cambio nos dieron una ostra gigante y varios caracoles extraños que estaban riquísimos. Esa tarde visitamos el pueblo y las playas de la zona. No fue hasta el día siguiente cuando sucedió lo extraño.

Era por la mañana y de repente empezamos a escuchar que desde un megáfono se anunciaba que habían robado a unos turistas, que no tenían nada, que no pedían dinero pero que si alguien tenía ropa, toallas o cosas de ese tipo que se agradecería. Nuestro amigo nos dijo que, efectivamente hablaban de nosotros, y que nos fuéramos al ayuntamiento que la gente llevaría allí las cosas.

Estuvo llegando gente toda la mañana. Nos llevaron tanta ropa que pudimos hacer una selección. Toallas, jabones, cepillos de dientes. Una señora que tenía un restaurante nos invitó a cenar en él. El alcalde nos dio 10 dólares. ¡Hasta una mochilita nos llevaron! No nos lo podíamos creer. Volvíamos a tener de todo. O por lo menos de todo lo que se necesita para vivir.

Llevábamos unas pintas increíbles… los chicos con pantalones de pinza y camisas de rayas, como abuelos, yo iba con unas mallas de leopardo y una camisa azul con tachuelas que parecía de enfermera extraña. Íbamos muy curiosos pero estábamos felices a más no poder (la única pena es no tener una foto de aquellos momentos).

Nos fuimos del pueblo al día siguiente, pero ya no nos sentíamos mendigos como cuando llegamos.

Me han robado en Ecuador

Y sobre todo nos llevamos tres regalos que no habíamos esperado:

1) Habíamos experimentado la bondad humana, habíamos visto cómo los más humildes entregaban sin reparos.

2) Aprendimos que las cosas son eso, cosas, y que ninguna es insustituible. Desde entonces no me he vuelto a apegar a nada.

3) Aprendimos que es lo que realmente se necesita para vivir. Aprendimos con que poquito se podía ser feliz. Nunca he vuelto a llevar más de 10 kilos de viaje, y eso contando con el ordenador y las cámaras, la tienda de campaña…

Y si me volviesen a robar lo cierto que es ya no me importaría tanto. Lo dicho, no hay nada que no pueda sustituirse. Aquellos días aprendimos mucho gracias al viaje.

¿Alguna vez te han robado estando de viaje?

¿Qué hubieras hecho si te hubiera pasado?

¡Cuéntamelo en los comentarios!

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Julia Del Olmo

A finales de 2013 empecé mi primer viaje sin billete de vuelta. Desde entonces he viajado trece meses a dedo por Latinoamérica, he pasado nueve meses en el Sudeste Asiático, he ido de Madrid a Mongolia en una moto de 125cc. Ahora ayudo a otros a organizar sus viajes con mis Cursos y talleres ¡Nos vemos por el Camino Salvaje de la vida!

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2 respuestas

  1. Me has hecho tentar de risa leyendo este artículo. Si bien no hay fotos.. Están guardadas en la mente aquellas escenas con nuestros atuendos y mochilas improvisadas…. Saludos!

    1. jajaja, total Gonza, por lo menos están en el recuerdo (¡y casi mejor que no quede prueba gráfica de aquellos momentos!), Me alegro que te hayas reído 😉

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